Las personas a mi alrededor siempre han destacado lo bien que lidio con el fracaso o la frustración. El secreto es fácil: estoy convencido de que todavía no soy la mejor versión de mí mismo, pero que «haciendo» aprendo. Es como subir de nivel en un videojuego, no importa perder un combate porque (quieras o no) mejoras.
Hacer algo en sí mismo es una victoria, un entrenamiento en el que desarrollo capacidades que me serán útil a largo plazo. Ya sea socializar y tener vergüenza o una interacción incómoda, un trabajo que sale mal pero al que sé que no dediqué todo el tiempo que podría o una relación que no funciona.
Como me queda mucha vida por delante, fracasar es solo una memoria normal, sobre la que pensar en cómo la próxima vez lo voy a hacer mejor…
Porque aprendo y la próxima vez, contaré con esa experiencia para guiarme y actuar mejor. ¡Ese fracaso será el último que haré en esas mismas circunstancias!